viernes, 13 de febrero de 2009

Mitos y leyendas de la calle Rioja

A continuación les presento la segunda parte de la historia de la calle la Rioja, donde nos adentramos en los mitos, anécdotas y leyendas que guarda esta calle y su gente.

Como todo espacio social, la calle La Rioja está constituida por muchos relatos y muchas anécdotas que reconstruyen su historia a través de lo que cuentan los vecinos, lo que reflejan sus edificios y toda la trama simbólica que se despliega a lo largo de su recorrido. Yendo desde la avenida Corrientes hacia el Río Paraná, podemos repasar estos elementos discursivos empezando por el club Bartolomé Mitre, que fue y aún sigue siendo una institución deportiva de renombre a nivel provincial y durante años se convirtió en uno de los centros de reuniones sociales porque allí se hacían fiestas, carnavales, etc. Siguiendo nuestro camino nos encontramos pronto con probablemente el elemento cultural simbólico más importante de toda La Rioja: la plaza San Martín. Se trata de un espacio lleno de colorido, rodeado por una vegetación autóctona, juegos para niños, un monumento a San Martín, un lugar para hacer skate y demás elementos que la conforman y le dan un tinte familiar y cultural. Allí se reúnen los chicos de la escuela, padres y madres con sus hijos, gente que sale de su trabajo y come allí, artesanos, chiperos e incluso forma parte de uno de los puntos de la ciudad a la hora de realizarse manifestaciones, intervenciones, campañas, etc.

Unas cuadras más para el lado del río, en La Rioja y Colón, nos topamos con el local comercial Polo que encierra el cuento más simpático que nos relataron nuestros entrevistados. Resulta ser que hace muchos años atrás ahí había una antigua casa construida con ladrillos rústicos y fijada con barro, tal era su representación histórica que la intendencia decidió declararla Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad. Pero, sus dueños, que de vez en cuando iban al lugar, no vieron en esa situación ningún beneficio económico por lo que al día siguiente del anuncio comenzaron rápidamente a destruir lo que ya no sería patrimonio, sino una fuente de ingresos económicos (locales comerciales, oficinas, etc.). Lo cierto, es que esa casa no está del todo perdida puesto que aún se conserva una piedra que formaba parte de ella y se puede ver en un atril que pasa casi desapercibido a centímetros de la esquina. Este es, uno de los hechos que consideramos no se pueden olvidar de la calle por lo gracioso y a la vez histórico, porque además esa piedra representa de alguna forma al conjunto de las casas antiguas que ya no están más y sólo persisten en la memoria de los vecinos.

Unos metros después, nos encontramos con un edificio que hasta no hace mucho fue ocupado por el Partido Intransigente y vivió momentos de importancia política, aunque hoy en día ya no está más y allí hay una academia de arte. Entre Buenos Aires y Rivadavia llegamos a uno de los edificios que marcó la historia de la calle porque en su interior se albergó uno de los diarios más importantes de la región, El Territorio, y desde fines de los ‘70 aloja a la EBY. Tanto uno como el otro supusieron distintas formas de interacción social; el primero a partir de un pizarrón colocado en la vereda que informaba de las últimas noticias recibidas y avisaba a los vecinos mediante bombas de estruendo de que había novedades para leer, y el segundo se transformó en un espacio de disputa entre la institución binacional y los relocalizados.
Por otro lado, cada vez más cerca del Paraná, nos encontramos con un local que en su momento fue la primera carpintería y mueblería de la ciudad: hace unos cincuenta años atrás, la familia Vuotto empezó ese emprendimiento que tantos réditos les dio. Y a metros de allí, sobre la esquina de La Rioja y 3 de Febrero, hallamos la anécdota más importante que nos contaron, el asesinato del poeta y periodista Manuel Antonio Ramírez.

Tras caminar toda La Rioja, identificamos la zona con mayor concentración simbólica en aquella ubicada entre Ayacucho y San Luis. Ahí se entremezclan los sentidos entre la educación estatal y privada (Escuela Número 1 e Instituto Antonio Ruiz de Montoya); los medios de comunicación (Canal 12), el intento de interacción política con la comunidad M-Byá Guaraní (Consejo de Ancianos y Caciques) y la ciudad como espacio de circulación, recreación, diversión, etc. (plaza San Martín). Los relatos, los símbolos que hemos mencionado, se enriquecen más con las figuras políticas y sus parientes surgidos de esta calle y que los vecinos se encargan de enfatizar e insertar en el discurso, en algunos casos contándolo con la fuerza de quien tiene un vecino famoso pero al mismo tiempo con cierta disconformidad hacia su gestión. Es así que aparecieron los abuelos del ex gobernador Carlos Rovira, los Iturrieta, Miguel Ángel Alterach y, fuera de la política, el abuelo del reconocido tenista José “Chucho” Acasuso. Y, por otro lado, uno de los hechos que nos llamó la atención fue que varios vecinos nos dijeron orgullosos “nuestra calle también tiene sus asesinatos”, refiriéndose al de Ramírez y también el famoso homicidio del señor Valdez, marido de la escribana García.


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