martes, 30 de septiembre de 2008

Cine Teatro Español y Cine Sarmiento

Sigo presentando al lector, una parte de la historia posadeña referida a los lugares de encuentro y las prácticas comunicativas. Una historia con los conocidos cines de la ciudad de Posadas de las décadas del 60 y 70 y lo que quedó de ellos en la memoria de quienes presenciaron estas memorables épocas.
Un viaje al pasado organizado en distintas categorías para la mejor comprensión del lector.
A mediados de la década del 20 en la ciudad de Posadas apareció el cine. Aquellos eran los tiempos del viejo cine en el Salón Estrada que se encontraba al lado de la Catedral, donde concurría toda la muchachada. Este era un cine pequeño comparado a los dos cines más grandes del pueblo.
Los cines más grandes y que perduraron hasta la década del 70, incluso por muchos años más, fueron el Cine Teatro Español explotado por la Sociedad Española de Socorros Mutuos ubicado sobre la calle Ayacucho y el Cine Sarmiento situado sobre la calle Córdoba al lado de la Biblioteca Popular (que incluso estuvo funcionando hasta el año 2005).
Ambos cines se construyeron para la presentación de espectáculos teatrales y cinematográficos. Veamos un poquito la descripción que hace de los mismos el escritor Miguel Ángel Alterach:
[1]

“El Cine Teatro Español tenía una construcción que permitía, por la amplitud de la sala, albergar a numerosa concurrencia, con su platea con butacas de madera e ingreso directo y dos largos palcos a los costados con entradas independientes divididos en boxes. Ahí ya las familias pudieron disfrutar del cine sonoro y continuo cuando se equipó con las nuevas máquinas. En la planta superior, próximo a la máquina de proyección funcionaba el Paraíso, por la altura de su ubicación próxima al cielo, que por el costo de las entradas y el comportamiento libertino de los espectadores también se lo llamaba Gallinero.”

“El cine Sarmiento, un anexo de la Biblioteca Popular, con un estilo más moderno que el otro, resultaba más acogedor con sonido más tecnificado por efecto de máquinas, ambientación y acústica.”

Todo el fin de semana se encontraba uno con el mismo escenario. Fuera sábado o domingo a eso de las 13:00 horas del medio día ya estaba toda la gurisada enfrente de cualquiera de los dos cines. Estaban haciendo la fila para entrar a los matines. Cualquiera de los dos cines hacía tres funciones por día: la matinée, el vermú de tarde y el de noche.
La gurisada esperaba ansiosa la llegada del fin de semana para poder ir al cine y estar, casi toda la tarde, viendo las películas que estaban de moda y que tanto hacían reír.
Lo típico por aquellos tiempos era que los padres dejarán a sus hijos en el cine y más tarde, cuando estaba por terminar la función, los pasaran a buscar y después en familia iban a cenar en algún lugar. Por ésa época estaba la Pizzería Gran Vía. Silvia contó:
“Salían de cualquiera de los dos cines, porque uno cine estaba en una cuadra y el otro estaba ahí nomás, y como hormigas iban todos a la pizzería. Entonces siempre había un campana que salía antes del cine, se iba para la pizzería, se sentaba en una mesa y ponía las sillas para guardar el lugar. Porque después era imposible conseguir lugar.”


[1] ALTERACH, Miguel Ángel: “La ciudad que ya no existe”. Edición año 2000.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Diversión de otros tiempos: La vuelta al perro

En este trabajo de investigación, "la vuelta al perro" era una práctica social que tuvo lugar en las décadas del 60 y 70 en la plaza 9 de Julio de la ciudad de Posadas. Los entrevistados se refierieron a ella como si la hubiesen vivido ayer, se acordaban cada uno de los detalles, y en los rostros de cada uno se avistaba una sonrisa nostálgica, como queriendo que vuelvan aquellas épocas, que ahora sólo viven en sus memorias.


“Se inició por esa época el hábito de que las niñas dieran la vuelta al perro en un sentido y los varones lo hicieran en el opuesto, para encontrarse siempre, estudiarse y mirarse lánguidamente en una muda y platónica contemplación que podía y solía concluir en el altar.” Balbino Brañas
[1]


Era sabido que los domingos era día de misa. Todos debían estar presentes, incluso hasta el más dormilón y haragán.
Silvia contó que la misa finalizaba a las 11:00 horas y que luego se realizaba la vuelta alrededor de la plaza 9 de julio, más conocida como “la vuelta al perro” ¿En qué consistía esta práctica? Pues bien, según el profesor Marcelino García: “Era un paseo que propiciaba relaciones sociales diversas. En él se respetaban algunas normas de marcada formalidad: hombres y mujeres paseaban en direcciones contrarias, correspondiéndoles a las damas el lado externo a la plaza. La moda revestía fundamental importancia: formal, elegante, de “buen tono”, rigurosa actualidad en telas, modos y accesorios.”.
[2]
Así recordó Silvia aquellos años gloriosos de juventud hermosa en los cuales luego de misa se deleitaba con esa vuelta tan particular dijo al respecto: “Por un lado iban las mujeres y por el otro los hombres, vos aceptabas al chico que te invitaba a dar vueltas con vos por el mismo lado. La palabra era “te puedo acompañar” con todo el respeto. Era hermoso, era algo sentimental, era sumamente romántico”.

De la misma manera Pin recordó
“Las mujeres iban hacia el centro de la plaza y los hombres hacia la calle. Y cuando nos cruzábamos le decíamos piropos”
Imagínese lector lo linda que era esta práctica. Se puede decir que se constituía como una especie de ritual, tomando como concepto del mismo el que propone Ariel Gravano: “Un ritual es todo aquello que conlleva un sentido de recurrencia (…)”
[3] .
En este ritual, el de la vuelta al perro, entraban en juego un sinfín de códigos simbólicos que, de una u otra manera, estaban comunicando o denotando el interés por el sexo opuesto, tales como la vestimenta, los modos de actuar, los gestos, la sonrisa y las miradas. Todos estos códigos daban la pauta de correspondencia entre unos y otros. Y si un hombre veía que era correspondido por una señorita, la invitaba a dar vueltas y si ésta aceptaba, juntos iban hacia una misma dirección.
Así como daban vueltas señoritas y señoritos radiantes de alegría y felicidad, también lo hacían las familias. Pero éstas lo hacían de otra manera por ejemplo miraban vidrieras, de repente se sentaban un rato, luego seguían. Siempre en torno a la plaza.
José Valerín contó que los días sábados y domingos la plaza se llenaba de gente de todas las edades, dijo al respecto:
Iban a dar una vuelta a la plaza, ¿a mirar qué? A mirar las vidrieras, a saludar gente, a ver esto, a que me vean, ver aquello y a sacar el cuero, hacían eso”

Esta práctica no difiere tanto de la que realizan las personas hoy en día. Con la diferencia que el espacio para pasear y circular se amplió. No es más únicamente alrededor de la plaza, sino que ahora lo hacen cerca del shopping, en la costanera de la ciudad y de casi todo el microcentro posadeño. Sumado a esto, que hoy por hoy, no se llama más “hacer la vuelta al perro”. Pero en algo coinciden, que tanto la vuelta al perro como las salidas que se hacen hoy, son lugares comunes, generalizados, en los que las personas se muestran, miran, comen, “sacan el cuero”, corren, pasean etc. Esto también se constituye como un ritual, porque es realizado de manera recurrente y porque está instalado en nuestra sociedad, en palabras de Armando Silva “es la situación de ritualidad que implica el salir a que me vean y ver a los que me ven, coincidente con el concepto de vitrina urbana”
El concepto de vitrina urbana es, el que sin saber la existencia del mismo, hizo referencia el entrevistado José Valerín, el salir a que me vean y ver.
Las personas en aquella época debían romper el cristal de ésta vitrina simbólica e invisible, dejando de lado las diferencias, el orgullo, o quizás otros factores que, de no ser de ésa manera (rompiéndolo), sería imposible establecer algún tipo de vínculo entre las personas. ¿En qué consistía este quiebre? Pues bien, todo lo que tenía que ver con las correspondencias entre unos y otros. En el caso de una señorita, si veía que un varón la miraba mucho o le hacía algún gesto y si a ella le gustaba ella le correspondía con algún tipo de mirada o alguna sonrisa pícara, pero inocente. Porque recordemos que en aquella época era todo muy formal y de marcado respeto. Silvia se refirió: Las chicas se cuidaban más antes. Si les gustaba algún chico se tragaban, esperaban que él diera el primer paso, nunca ellas. Y si el tipo no era serio ni decente no pasaba nada. Los chicos eran caballeros, te pasaban a buscar y luego te llevaban. Te abrían la puerta del auto, era todo muy romántico, era hermoso, uno se sentía como una reina.”
Aquí podemos ver como era el hombre quien rompía ésa vitrina simbólica que lo separaba de la mujer, era él quien daba el primer paso para poder entablar algún tipo de relación con la señorita. Claro que el hombre la rompía si veía que del otro lado también existían ánimos de romperla.
En fin es un concepto que no hace falta que las personas conozcan su teoría, pues ellos lo llevan a la práctica. Porque es labor de un comunicador dar cuenta del trasfondo, de lo que hay más allá del simple ritual. Encontrar el sentido a ésa práctica.

Agradezco a la señora Silvia Linares, al señor Pin Murciego y al señor José Valerín por abrirse y contar sus experiencias en la Posadas de antaño, la de las décadas del 60 y 70. La que difiere enormente a la de hoy en día, donde las historias y la diversión eran otras, esa Posadas que no existe más pero que vive en el recuerdo de cada uno de los que fueron sus protagonistas.

[1] BRAÑAS, Balbino: “Ayer, mi tierra en el Recuerdo”.
[2] GARCÍA, Marcelino: “Vida Urbana y Massmediación”
[3] GRAVANO, Ariel: “Antropología de lo barrial” Pràcticas y ritualidades barriales. Bs As. Pp. 24-247.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Historias en el Hotel Savoy



Majestuoso y arrogante. Así se puede describir al Hotel Savoy ubicado en una de las mejores esquinas del microcentro posadeño, entre Sarmiento y Colón.
Es uno de los hoteles más antiguos de la ciudad y uno de los más lindos en lo que respecta a infraestructura.
Un Hotel que cerró sus puertas y con ellas selló una época, hace algo más de diez años. Abandonado a su suerte, recubierto por grandes muros de madera y metal, la naturaleza aquí dejó, y sigue dejando, su rastro. Lo recubrió con distintas plantas que se dejan avistar a lo lejos. Entre el verde de la vegetación y el blanco casi marrón del mármol, así lo encuentra hoy todo aquel que transita por la zona.
Si sus paredes hablarán delatarían a más de uno, nos harían reír con las anécdotas que archivó en lo más profundo de su alma. Pero que hoy las podemos conocer gracias a las personas que allí dejaron sus huellas. Pin Murciego es uno de ellos, uno de los tantos que hicieron y son parte de la historia del Hotel Savoy, ex Palace Hotel.

Eran otras las maneras de divertirse...

Hasta el 60 y pico el salón más grande del hotel se utilizaba para realizar bailes, reuniones y demás. Allí se hacían los mejores bailes de la ciudad. En palabras de Pin “eran los de mayor jerarquía”.
Después con el tiempo, más o menos en el año 64, vino un grupo de españoles que tomaron la concesión del Hotel y en ése salón instalaron distintos juegos como el billar, el ajedrez, el dominó y el truco.
Grande y radiante era el salón del Hotel Savoy. Sus pisos eran de un parquet sumamente trabajado y brillante, casi que uno podía ver el reflejo de sus zapatos.
Tenía grandes ventanales que dejaban ver lo que ocurría fuera de esta casa de diversión. El cielo raso era alto, típico de casas antiguas, debido a la altura no se sentía mucho el calor que tanto agobiaba a las personas. Era agradable estar adentro del Hotel.
En el salón entraban unas 500 o 600 personas. Imagínese uno lo grande que era. Para ésa época, la década del 60, era el salón más grande de la ciudad.
En el salón de juegos del hotel los hombres eran los que más concurrían, porque según Pin el dominó, truco y billar eran juegos exclusivamente de hombres (esta aclaración parecerá al lector un tanto machista, pero convengamos que en aquella época el concepto que se tenía para con la mujer no es el mismo que se tiene hoy en día. El rol de la mujer y su creciente incorporación en la sociedad cambió y sigue cambiando mucho).
Al principio Pin y sus amigos concurrían al hotel todas las noches, tardes o siestas, pero sólo un rato. Con el tiempo éstas prácticas se fueron afianzando cada vez más. Se sentían identificados con el lugar, con los amigos, con el ambiente. Todo esto propició que el grupo de amigos del “clubcito” tomé ése lugar, el salón de juegos del hotel Savoy, como su lugar de encuentro.
Aquí podemos observar como un grupo, el de Pin, se identificaba con un lugar o con ciertas características del mismo. Respecto a esto Barth en Cuche Denys dice: “La identidad es algo que se construye y se reconstruye constantemente en los intercambios sociales. La identidad es siempre una relación con el otro”.
[1]
Por tanto podemos afirmar que el grupo de Pin Murciego se identificaba frente a otros grupos por el hecho de que a ellos les gustaba divertirse en el salón del Hotel Savoy. Así también existían otros grupos que por ejemplo, les gustaba hacer deportes, otros que se juntaban en la biblioteca para leer, etc. Se juntaban de acuerdo a los gustos y preferencias de cada uno de los integrantes. Esta identificación es a la vez inclusión y exclusión de los distintos grupos que hacen a todas las relaciones que se constituyen entre las personas.
Constitución de grupos que no es ajena a la actualidad, puesto que hoy en día es mucho más fácil identificar a los integrantes de determinados grupos. Ya sea por su vestimenta, por sus gestos, ademanes, por los accesorios, por la música, etc.

Un lugar de encuentro, un lugar para compartir. Así se puede describir al Hotel Savoy. Un lugar donde se propiciaban las más diversas relaciones entre las personas. Un lugar donde entraban en juego un sin fin de significaciones. Un lugar para compartir para estar, para comunicar. Respecto a esto Pin dijo:
Al principio era sólo un ratito, pero después cuando le tomamos la manija ya amanecíamos, cuando nos dábamos cuenta eran las 6 o 7 de la mañana. Buscarnos a nosotros, era seguro que nos encontraban en el Hotel Savoy. Más que jugar es juntarse entre amigos, charlar. Más que divertirnos íbamos a discutir y a pegar unos gritos, lo que no se podía gritar en la casa lo hacíamos en el juego. Ésa era la realidad.”

Esto es lo que hay que rescatar de toda relación que se establece entre las personas, el sentido que les dan los mismos a ésos encuentros. Lo que va más allá del sencillo acto, lo que hace a la comunicación, su esencia. Lo que representa para ellos, lo que significa para los otros.
Son relaciones muchas veces armoniosas y otras veces conflictivas. Pero es inevitable que no lo sean puesto que el hombre es un ser, por naturaleza, conflictivo. Pero es ahí en ése cruce de discursos, que se genera la comunicación y se enriquece.

Un lugar que es parte de la historia de Posadas, es parte de la historia de Misiones. Un lugar que tuvo un sin fin de anécdotas, historias y vivencias, un lugar para recordar y dar a conocer.
Agradezco al señor Pin Murciego que tuvo la gentileza y amabilidad de materializar lo que vivió hace varias décadas atrás y a la colaboración de su amigo Gianberto.


[1] CUCHE, Denys: “La noción de la cultura en las ciencias sociales”. Editorial Nueva Visión. Bs AS 1999. pp 112.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Un viaje transoceánico...una desilusión





Ayer fue el día Nacional del Día del Inmigrante, ¡Feliz Día! a todas aquellas personas que decidieron cambiar sus países natales por apostar en una Argentina que recién comenzaba a organizarse; para recordarlo les presento parte de la historia de Gastón Francesc Escobar Arquer, un inmigrante español que junto a su familia decidieron emprender viaje a una América recóndita y desconocida.
Hoy conoceremos lo que fue el viaje en barco desde Barcelona hasta Buenos Aires y sus primeras horas en la metrópoli porteña.
Gastón desde muy pequeño tenía un imaginario de lo que era América para él, ¿Se encontró con lo que se imaginaba? O ¿se llevó una desilusión? Lo sabrán en las siguientes líneas.

Dieciocho de enero de 1939, las angostas calles de Canet de Mar se encontraban desoladas. Reinaba en el aire un clima tenso debido a la Guerra Civil de España que se encontraba ya en sus últimos días.
Era una fría noche de invierno, en la que los bombardeos todavía atemorizaban a la ciudad. La oscuridad y los estruendos provocados por el choque de los cometas artificiales que arremetían con toda su furia sobre la tierra, aumentaban el suspenso y la tensión.
En las penumbras de esta noche la familia Escobar recibía el nacimiento de su primer hijo, Gastón Francesc Escobar Arquer.
En medio de tanto caos, recuerdos como este sólo podían guardarse en la memoria de las personas, ya que si bien el medio para congelar imágenes en un papel, la fotografía, había avanzado a pasos agigantados, en este contexto se hacía imposible acceder a una cámara portátil.
Hacia el año 1951, la familia Escobar emprendió el viaje hacia América, su destino fue Buenos Aires, Argentina. El motivo del viaje fue emprender la aventura de comenzar una vida nueva en un lugar desconocido. Gastón recuerda “mi padre tenía a su mamá y algunos de sus tíos en Argentina y siempre comentaban que en Argentina se vivía bien, que era un país tranquilo, que se podían apreciar bellos paisajes y que no existía ese clima pos guerra que sí se vivía en España. Todo esto sedujo a mis padres y es por eso que decidieron emprender el viaje hacia Argentina, junto con mis dos hermanos más chicos, Carlos de 6 y Estela de 2 años."
Partieron desde el puerto de Barcelona el 24 de julio de 1951 en el colosal barco llamado “El cabo de la buena esperanza Ibarra”. La primera parada fue en el puerto de Cádiz España, el barco fue bordeando la costa africana hasta que pararon en Dakar capital de Senegal ex África Ecuatorial Francesa.


Por aquel entonces Gastón Escobar Arquer contaba con 12 años y como todo niño le apasionaba leer libros, revistas, ver películas que describían lo bello que era América. Esto fue creando en Gastón un imaginario acerca de lo que para él era América, recuerda para mí América era un lugar de mar, arena, sol, palmeras, un lugar de mucho brillo, color y vegetación”. Este imaginario que se basaba en films, y libros se mantuvo hasta que llegaron al puerto de Santos Brasil, era todo como él se lo había imaginado, pensaba que al llegar a Argentina se encontraría con el mismo paisaje. Estuvieron un día en Brasil y luego la anteúltima parada fue Montevideo Uruguay, donde un amigo de su padre los fue a esperar para saludarlos.
Al entrar en territorio argentino, a medida que el barco iba avanzando, Gastón Escobar recuerda “todo lo que yo me había imaginado se desvanecía ante mi mirada, se me cayó el alma al piso, puesto que ese día llovía, el cielo estaba nublado y no podía apreciar nada, eran todos edificios ¿Dónde estaban las playas, colores, palmeras que me había imaginado? Entrar al puerto de Buenos Aires fue lo más tétrico que experimenté en mi vida.
Al llegar nos estaban esperando nuestros familiares, eso me puso contento Llegamos el día 14 de agosto de 1951, después de estar viajando 22 días
”.

Hasta aquí, lo que fue el viaje en barco y su desilusión al llegar al puerto de Buenos Aires, pero como todos tuvo que aprender y adaptarse a un país nuevo; con costumbres, cultura, hábitos y modos de vivir diferentes.

Abuelo ¡Feliz Día! Este es un pequeño homenaje por la valentía y coraje que tuvieron los bisabuelos Manuelita y Francisco, que si bien ya lo conoces porque fue una parte del trabajo para la cátedra de “Historia de los medios de comunicación” relacionado con la fotografía. No obstante, fue una experiencia similar a la que vivieron miles y miles de inmigrantes procedentes de los distintos países del mundo. !Feliz Día a todos!

lunes, 1 de septiembre de 2008

Misiones, más de un siglo de Inmigrantes





Todos los años, desde el año 1980, entre los días 4 y el 14 de septiembre en la ciudad de Oberá-Misiones se celebra la Fiesta Nacional del Inmigrante. ¿Por qué motivos se celebra en nuestra provincia y no en cualquier otra? Por el simple hecho de que a Misiones, durante la etapa de colonización, vinieron a parar muchísimos inmigrantes de todas partes del mundo.
Veamos lo que tiene para contar la historia y así poder entender el presente.
En el año 1750 fueron expulsados los jesuitas de las misiones. Desde que llegaron a tierras misioneras la historia fue forjada por los jesuitas. Tras su expulsión, existe un hiato, un lugar en blanco en la historia misionera que finaliza en el año 1880 cuando nuevamente aparecen registros de lo que se decidió y sucedió en estas tierras.
Con la conformación del Estado-Nación, el gobierno se comenzó a preocupar por aquellas zonas alejadas e inhóspitas del centro de la metrópoli. Los dirigentes desconocían la región y menospreciaban a la población local de la zona conformada por nativos y criollos.
El Estado comenzó a llevar adelante la idea del progreso, un paradigma proveniente de Europa, donde el ferrocarril, el telégrafo y la explotación de los recursos naturales eran sinónimos de progreso. Pero resulta que para llevar adelante este proyecto, se considera NO apta a la población local, tildándolos de gente ignorante, que hablan una lengua ininteligible (mezcla del guaraní con portugués) y que no poseen cultura. ¿Qué hacía falta? Traer gente de Europa, gente que lleve en su sangre el ideal de progreso.
Es así que para esa época con el gobierno de Avellaneda se lanza la Ley de Colonización, comenzando a dar forma al proyecto nacional para poblar la zona con gente apta para el progreso. Además debemos destacar que para ésa época para los europeos les era imposible adquirir una propiedad privada, y veían aquí en Argentina una fuente inagotable de recursos y la posibilidad de acceder a la propiedad privada. Sin contar que muchos escapaban de la miseria y guerras. Es lo que se conoce con la tan conocida frase “se hicieron la América”
Pero antes de continuar debemos advertir que antes de la conformación del gobierno nacional, eran los correntinos quienes administraban estas zonas.
Uno de los objetivos del Estado nacional era el de poblar las zonas alejadas, y los correntinos no estaban haciendo nada para contribuir con ese ideal, por tanto antes de que le quitaran estos territorios, los correntinos realizaron una venta apresurada de las altas misiones. La actual provincia quedó repartida entre 38 propietarios.
Es a partir de esta aclaración que se puede entender porque las primeras colonizaciones oficiales se asentaron en el sur y centro de la provincia. Porque cuando el Estado llegó para colonizar se encontró que la provincia tenía 38 dueños, entonces se llegó a un acuerdo que el gobierno podía colonizar las zonas aledañas a las Reducciones Jesuíticas que fueron consideradas Patrimonio Histórico Nacional. Es así que los primeros asentamientos fueron en Candelaria, Santa Ana, Apóstoles, San José, Oberá etc.
Retomando el tema, son dos los tipos de colonización que se llevan a cabo, la colonización oficial, impulsada por el gobierno y la privada impulsada por las grandes compañías.
La primera de ellas, la oficial, ofrecía al inmigrante una serie de facilidades tales como el pago de pasajes, traslado de la mudanza, maquinarias etc (aunque más adelante no haya cumplido con todas). Al llegar el colono a estas tierras debía hacer frente a la selva con lo que disponía, luego debía producir para poder subsistir y pagar las parcelas de tierra que se le había otorgado.
La colonización privada se realizó varios años más tarde que la oficial. ¿Cómo se realizó? Una vez que los propietarios de los grandes latifundios misioneros extrajeron todos los recursos disponibles, a saber madera y yerba mate, les quedaron las tierras vacías y sin saber qué hacer. Es así que los propietarios a través de las compañías, comenzaron a ofrecer sus tierras en Europa. A estas tierras llegaron inmigrantes que poseían capital, por el hecho de que se debían pagar los pasajes, mudanzas y pagar las tierras en el período de un año, a diferencia de la oficial que comenzaban a pagar después de los 5 años.
Y es de esta forma que se comenzó a poblar la zona centro y norte de Misiones, como Eldorado, Puerto Rico, Aristóbulo del Valle, Leandro N. Além, etc con inmigrantes provenientes de Alemania, Ucrania, Polonia, Rusia, España, Italia, República Checa, Japón, Suiza, Portugal, Francia, Arabia, y otras tantas colectividades.
Es por eso que a Misiones se la considera la tierra del “crisol de razas”, aunque cabe aclarar que es erróneo utilizar la denominación de raza, ya que científicamente se comprobó que no existe tal categoría, sí es correcto hablar de etnia.
Era el colono inmigrante quien llevaba el estandarte del progreso, transformando la selva en pueblo y posteriormente en ciudad.
Creo que los motivos por los cuales se realiza la Fiesta del Inmigrante en esta provincia quedaron claramente expuestos, porque es la (diría única) provincia, donde vinieron tantos inmigrantes procedentes de distintos países del mundo.
Considero que es una excelente oportunidad para que la gente se aproxime a las distintas colectividades y conozca un poco de su cultura, tradición, platos típicos, sus bailes, etc.
Misiones es una tierra que acogió a todos por igual, dando las mismas posibilidades a todos. Donde la diversidad y la diferencia se fundieron en una sola identidad, ni alemana, ni argentina, la misionera.

Les dejo el link de la Fiesta para que puedan ingresar www.fiestadelinmigrante.com.ar