domingo, 14 de septiembre de 2008

Historias en el Hotel Savoy



Majestuoso y arrogante. Así se puede describir al Hotel Savoy ubicado en una de las mejores esquinas del microcentro posadeño, entre Sarmiento y Colón.
Es uno de los hoteles más antiguos de la ciudad y uno de los más lindos en lo que respecta a infraestructura.
Un Hotel que cerró sus puertas y con ellas selló una época, hace algo más de diez años. Abandonado a su suerte, recubierto por grandes muros de madera y metal, la naturaleza aquí dejó, y sigue dejando, su rastro. Lo recubrió con distintas plantas que se dejan avistar a lo lejos. Entre el verde de la vegetación y el blanco casi marrón del mármol, así lo encuentra hoy todo aquel que transita por la zona.
Si sus paredes hablarán delatarían a más de uno, nos harían reír con las anécdotas que archivó en lo más profundo de su alma. Pero que hoy las podemos conocer gracias a las personas que allí dejaron sus huellas. Pin Murciego es uno de ellos, uno de los tantos que hicieron y son parte de la historia del Hotel Savoy, ex Palace Hotel.

Eran otras las maneras de divertirse...

Hasta el 60 y pico el salón más grande del hotel se utilizaba para realizar bailes, reuniones y demás. Allí se hacían los mejores bailes de la ciudad. En palabras de Pin “eran los de mayor jerarquía”.
Después con el tiempo, más o menos en el año 64, vino un grupo de españoles que tomaron la concesión del Hotel y en ése salón instalaron distintos juegos como el billar, el ajedrez, el dominó y el truco.
Grande y radiante era el salón del Hotel Savoy. Sus pisos eran de un parquet sumamente trabajado y brillante, casi que uno podía ver el reflejo de sus zapatos.
Tenía grandes ventanales que dejaban ver lo que ocurría fuera de esta casa de diversión. El cielo raso era alto, típico de casas antiguas, debido a la altura no se sentía mucho el calor que tanto agobiaba a las personas. Era agradable estar adentro del Hotel.
En el salón entraban unas 500 o 600 personas. Imagínese uno lo grande que era. Para ésa época, la década del 60, era el salón más grande de la ciudad.
En el salón de juegos del hotel los hombres eran los que más concurrían, porque según Pin el dominó, truco y billar eran juegos exclusivamente de hombres (esta aclaración parecerá al lector un tanto machista, pero convengamos que en aquella época el concepto que se tenía para con la mujer no es el mismo que se tiene hoy en día. El rol de la mujer y su creciente incorporación en la sociedad cambió y sigue cambiando mucho).
Al principio Pin y sus amigos concurrían al hotel todas las noches, tardes o siestas, pero sólo un rato. Con el tiempo éstas prácticas se fueron afianzando cada vez más. Se sentían identificados con el lugar, con los amigos, con el ambiente. Todo esto propició que el grupo de amigos del “clubcito” tomé ése lugar, el salón de juegos del hotel Savoy, como su lugar de encuentro.
Aquí podemos observar como un grupo, el de Pin, se identificaba con un lugar o con ciertas características del mismo. Respecto a esto Barth en Cuche Denys dice: “La identidad es algo que se construye y se reconstruye constantemente en los intercambios sociales. La identidad es siempre una relación con el otro”.
[1]
Por tanto podemos afirmar que el grupo de Pin Murciego se identificaba frente a otros grupos por el hecho de que a ellos les gustaba divertirse en el salón del Hotel Savoy. Así también existían otros grupos que por ejemplo, les gustaba hacer deportes, otros que se juntaban en la biblioteca para leer, etc. Se juntaban de acuerdo a los gustos y preferencias de cada uno de los integrantes. Esta identificación es a la vez inclusión y exclusión de los distintos grupos que hacen a todas las relaciones que se constituyen entre las personas.
Constitución de grupos que no es ajena a la actualidad, puesto que hoy en día es mucho más fácil identificar a los integrantes de determinados grupos. Ya sea por su vestimenta, por sus gestos, ademanes, por los accesorios, por la música, etc.

Un lugar de encuentro, un lugar para compartir. Así se puede describir al Hotel Savoy. Un lugar donde se propiciaban las más diversas relaciones entre las personas. Un lugar donde entraban en juego un sin fin de significaciones. Un lugar para compartir para estar, para comunicar. Respecto a esto Pin dijo:
Al principio era sólo un ratito, pero después cuando le tomamos la manija ya amanecíamos, cuando nos dábamos cuenta eran las 6 o 7 de la mañana. Buscarnos a nosotros, era seguro que nos encontraban en el Hotel Savoy. Más que jugar es juntarse entre amigos, charlar. Más que divertirnos íbamos a discutir y a pegar unos gritos, lo que no se podía gritar en la casa lo hacíamos en el juego. Ésa era la realidad.”

Esto es lo que hay que rescatar de toda relación que se establece entre las personas, el sentido que les dan los mismos a ésos encuentros. Lo que va más allá del sencillo acto, lo que hace a la comunicación, su esencia. Lo que representa para ellos, lo que significa para los otros.
Son relaciones muchas veces armoniosas y otras veces conflictivas. Pero es inevitable que no lo sean puesto que el hombre es un ser, por naturaleza, conflictivo. Pero es ahí en ése cruce de discursos, que se genera la comunicación y se enriquece.

Un lugar que es parte de la historia de Posadas, es parte de la historia de Misiones. Un lugar que tuvo un sin fin de anécdotas, historias y vivencias, un lugar para recordar y dar a conocer.
Agradezco al señor Pin Murciego que tuvo la gentileza y amabilidad de materializar lo que vivió hace varias décadas atrás y a la colaboración de su amigo Gianberto.


[1] CUCHE, Denys: “La noción de la cultura en las ciencias sociales”. Editorial Nueva Visión. Bs AS 1999. pp 112.

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